Lucius Malfoy estaba frente al espejo de su dormitorio, ajustándose las mangas de su túnica con meticuloso cuidado. Era un hombre orgulloso, pero los últimos meses habían sido un torbellino emocional que lo había llevado a cuestionarse su propio valor. Molly había cambiado algo en él, y ahora estaba decidido a demostrar que podía ser más que el hombre que había sido hasta entonces.
Con un suspiro, tomó una pequeña caja que había estado guardando en el escritorio. No contenía un anillo, sino una medalla de oro que había pertenecido a su abuelo, un símbolo de determinación y cambio. Era un obsequio para Molly, no por su valor material, sino por lo que representaba. Cuando llegó al lugar acordado, los hermanos Prewett ya estaban esperándolo, lo miraban con desconfianza, los brazos cruzados y las cejas arqueadas. Molly había insistido en que Lucius hablara con ellos antes de continuar con su relación, y aunque él había protestado al principio, ahora entendía la importancia de ese gesto.
Se enderezó la espalda y caminó hacia ellos con paso decidido. —Gracias por reunirse conmigo. Sé que no tienen razones para confiar en mí, pero quiero ser franco.
Gideon lo miró con frialdad. —Más te vale, Malfoy. Nuestra hermana merece lo mejor, y no estamos seguros de que seas ese hombre.
Fabian asintió, más serio de lo habitual. —¿Qué tienes que decirnos?
Apretó la caja en su mano y luego la abrió para mostrarles la medalla. —Esto era de mi abuelo. Representa un compromiso con la superación y el cambio. Molly me ha enseñado algo que nunca había entendido del todo: el valor de ser una mejor versión de uno mismo. No soy perfecto, pero estoy trabajando en ello, y quiero que sepan que la respeto y la admiro profundamente.
Hubo un silencio mientras los hermanos intercambiaban una mirada. Finalmente, Gideon habló, aunque su tono seguía siendo serio. —Hablar es fácil. ¿Cómo sabemos que tus acciones estarán a la altura de tus palabras?
Lucius lo miró a los ojos, sin apartar la vista. —Porque estoy dispuesto a demostrarlo, no solo con Molly, sino también con ustedes. Si necesitan tiempo para confiar en mí, lo aceptaré, pero no dejaré de intentarlo. Fabian soltó un suspiro y finalmente sonrió levemente.
—Bien, Malfoy. Tienes nuestro permiso para seguir viéndola, pero si le haces daño...
—No tendrán que decírmelo dos veces —interrumpió, permitiéndose una pequeña sonrisa aliviada --Los tres se estrecharon la mano con firmeza, sellando un acuerdo silencioso. Al regresar a la tienda donde Molly lo esperaba, Lucius se sintió más ligero, como si una parte de su pasado hubiera quedado atrás.
Cuando entró y la vio probándose un sombrero de ala ancha frente al espejo, no pudo evitar sonreír. Molly lo miró a través del reflejo y sonrió también. —¿Cómo te fue?
Lucius se acercó y le tomó la mano. —Digamos que tus hermanos y yo llegamos a un entendimiento.
Molly arqueó una ceja, divertida. —¿En serio? Eso es todo un milagro.
—Tú eres mi milagro, Molly Prewett. —La besó suavemente en la frente, y supo que, por primera vez en mucho tiempo, estaba exactamente donde quería estar.
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Observó a su chica con una sonrisa que ocultaba algo de nerviosismo. Habían pasado semanas desde que comenzaron a verse, y cada día confirmaba cuánto le gustaba esa mujer. Esa mañana, mientras paseaban por un sendero arbolado, Lucius decidió que era el momento de ser sincero.
—cielo, quiero decirte algo —empezó, tomando su mano con cuidado.
—¿Qué sucede? —respondió ella, mirándolo con curiosidad.
—He estado pensando en el apellido Prewett. Ya no me gusta tanto --Molly lo miró, parpadeando, confundida.
—¿Por qué dices eso? --Él la observó con intensidad y, sin soltar su mano, añadió:
—Porque no me importa cuánto me cueste, Molly. Si tus hermanos deciden hacerme pasar alguna prueba ridícula, está bien. Porque al final de todo, quiero que pases a ser Molly Malfoy --Molly sintió cómo su rostro se encendía, una mezcla de sorpresa y emoción inundándola. Pero, en lugar de responder inmediatamente, tomó aire y puso una mano sobre el pecho de Lucius.
—Espera. Antes de que digas algo más, hay cosas que necesito que sepas. Cosas importantes --Él asintió, preparándose para escuchar— Quiero una familia grande. Varios hijos, ¿entiendes? —dijo ella con firmeza, aunque con un toque de timidez en sus ojos. —Quiero una casa tranquila, con un jardín hermoso, porque amo las plantas. También quiero cocinar, aunque sé que en la Mansión Malfoy hay elfos domésticos. Y... —hizo una pausa, desviando la mirada por un momento—. Sé que soy el hazmerreír de varias brujas de sangre pura por mi físico. No quiero que eso sea un problema para ti.
Lucius se quedó en silencio un momento, mirándola con una expresión que mezclaba asombro y ternura. Finalmente, habló con voz segura:
—Molly, querida, lo que deseas no es un problema. Si quieres un jardín, tendremos el más hermoso de todo el mundo mágico. Si la Mansión Malfoy no se adapta a ti, compraremos otra casa que lo haga. Tengo suficiente dinero para vivir tranquilo y mantener a nuestros bisnietos si quieres --Ella lo miró con ojos húmedos, emocionada por sus palabras, pero él aún no había terminado— En cuanto a tu físico —continuó, inclinándose un poco para mirarla directamente a los ojos—, las demás brujas pueden decir lo que quieran. Yo no veo nada que cambiaría en ti. Eres perfecta tal y como eres, cielo. Y si alguien te subestima por ello, no entiende lo afortunado que soy al tenerte en mi vida --Molly sintió que su corazón se aceleraba. Quería responderle, pero antes de que pudiera hacerlo, Lucius tomó su otra mano y añadió— Tu fortaleza, tu ternura, tu manera de cuidar de todos... Eso es lo que me importa. Y si para estar contigo tengo que enfrentarme a tus hermanos, que así sea.
Ella soltó una risa emocionada, llena de gratitud y amor, y se lanzó hacia él, abrazándolo con fuerza.
—Lucius, no sé cómo haces para decir justo lo que necesito escuchar —susurró contra su pecho. Él le acarició el cabello, sintiendo que nunca había estado más seguro de algo en su vida.
Esa misma tarde, se presentó en casa de los hermanos Prewett, dispuesto a enfrentarse a la prueba de yerno que Molly había insinuado. Y aunque recibió más de un comentario burlón y alguna amenaza velada, salió de allí sabiendo que lo había logrado. Porque por primera vez en su vida, Lucius Malfoy había encontrado algo que el oro no podía comprar: el amor verdadero.
No puedo con estos dos, AAAAAAAAAAAHHHH es que son tan lindos :D
¿Qué tal llevan el año? Llevamos casi la mitad de Enero y yo ya ando de ostia madre JAJAJA. Pero el mes mola bien, no se olviden de tomar agüita ♥