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? Capítulo XCIV: Fuego Entre Cuatro Reyes VIII ?

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Invernalia — Roose Bolton

La nieve se acumulaba en los alféizares de piedra de Invernalia. En la Sala del Lobo, silenciosa desde que los Stark fueron destronados, el Lord Protector del Norte, Roose Bolton, se mantenía de pie frente al fuego. Su expresión era, como siempre, neutra… helada. Ni el calor del hogar ni las noticias más sombrías parecían alterar aquel rostro pálido como cera.

Un cuervo graznó, y Maestre Tybald entró con una carta en las manos. La extendió sin hablar. Roose la tomó con dos dedos.

El sello roto era de Symond Frey.

Leyó en silencio. Cada palabra parecía escrita con sangre.

> “Han llegado diez mil hombres del Reino del Alba. Exigen los cuerpos, armas y armaduras de los legionarios caídos. Dicen que no están aquí para hablar. Harbent, su comandante, entregó una lista de nombres. Treinta Frey. Tres días para cumplir o arrasarán Los Gemelos. Muchos entre nosotros quieren huir. Algunos ya lo han hecho.”

Roose dobló la carta con la lentitud de un verdugo que afila su hoja.

—Los Frey huelen a miedo… y a traición —dijo al fin, entregando el pergamino a Tybald—. En su arrogancia pensaron que el Reino del Alba era un mito. Ahora temen convertirse en el ejemplo.

—¿Ordenamos enviar hombres?

—No —respondió Bolton—. Que los Frey enfrenten lo que sembraron.
Si caen… habrá tierras que repartir.

Su mirada se desvió hacia el norte, hacia las frías brumas.
Una sombra se asomaba detrás de sus ojos.

—Solo me preocupa una cosa…
¿Y si Julio Mormont decide que el Norte también debe ser juzgado?

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Desembarco Del Rey — Tywin

Las antorchas brillaban sobre mármol dorado. La fortaleza de los Lannister resplandecía como una joya tallada en el acantilado, pero dentro de sus muros, la atmósfera era pesada.

Tywin Lannister leía en soledad.

La carta provenía de Danwell Frey. Había llegado aquella mañana, traída por un cuervo exhausto. Un sello apresurado. Tinta corrida por el sudor del miedo.

> “El Reino del Alba ha enviado un ejército. Sus hombres marchan con disciplina, como una legión antigua. El comandante Harbent no ha dado espacio a negociaciones: exigen justicia. Muchos en la Casa Frey temen ser entregados. Algunos ya han huido. Temo que si no actuamos, la Casa caerá... y con ella, nuestras alianzas.”

Tywin exhaló lentamente.

—Así que al fin se mueve el oso…

Se volvió hacia la sombra que aguardaba cerca de la columna, Qyburn.

—¿Cuánto sabes del Reino del Alba?

—Mucho, mi señor. Y a la vez… demasiado poco. Sus tropas son disciplinadas, sus gladius más resistentes que el acero común. Los rumores sobre un dragón oculto persisten, y la lealtad a Julio Mormont es absoluta. Algunos dicen que el ejército es también un culto.

—No me importan sus creencias —interrumpió Tywin con frialdad—. Me importa su poder.
Diez mil hombres no marchan por un rey muerto… sino por venganza.
Los Frey han firmado su sentencia. Si caen, que lo hagan. Ya no me sirven.

—¿Y si marchan más allá de Los Gemelos?

Tywin guardó silencio un momento. Luego, lentamente, dobló la carta.

—Entonces, enviamos cuervos a Altojardín.
Los Tyrell podrían necesitar un recordatorio de quién manda aquí… y nosotros una contención si el Reino del Alba se vuelve hacia el sur.

Julio Mormont: El Hijo Silencioso del Norte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora