El León Dorado volvió a su escritorio, dejando que el silencio de la roca y el oro se extendiera como una amenaza.
...
Los Gemelos – Sangre En Los Peldaños
Los Gemelos estaban en silencio. No el silencio de la noche, sino el de la humillación. El de una casa que sabía que su hora se acercaba, y no había cuervos que pudieran salvarla.
Los estandartes del Reino del Alba ondeaban frente a las puertas gemelas. La figura de un oso coronado, con una espada roja en alto, eclipsaba a las torres grises de los Frey. Las puertas se habían abierto por la mañana. No por honor. Por miedo.
Ser Harbent, con su capa azul oscura y la insignia legionario dorada en el pecho, cabalgó al centro del patio. Lo seguían mil Hijos del Oso, firmes como estatuas, y mil arqueros con los gladius cortos en las caderas. Detrás, los 8.000 legionarios formaban un muro de acero que cubría los caminos y puentes. Un ejército inmóvil. Un juicio inevitable.
Frente a ellos, Symond Frey, tembloroso y gris, entregó la lista.
—Aquí están… —murmuró—. Los que ordenaron la traición, los que sellaron el destino del Rey del Norte y los suyos…
Treinta hombres y mujeres Frey fueron empujados fuera del castillo por sus propios parientes. Algunos gritaban inocencia. Otros lloraban. Tres intentaron escapar y fueron derribados por flechas antes de dar dos pasos.
Harbent no pronunció juicio. Solo leyó los nombres, uno a uno.
> Rhaegar Frey.
Ser Stevron Frey.
Perwyn Frey.
Benfrey Frey.
Walder Rivers…
Lothar Frey…
Black Walder Frey.Cuando llegó el último nombre, Harbent alzó su mano.
—Por orden del Rey Julio Mormont, Señor del Reino del Alba, protector del Norte y vengador del honor… serán ejecutados como traidores de guerra.
No habrá segunda advertencia. Que el mundo mire.Uno a uno fueron llevados al estrado improvisado. Un bloque de piedra oscura, manchado con los restos de antiguos juramentos rotos.
Los Hijos del Oso hicieron su labor con eficiencia. Las cabezas cayeron con sonido seco. El público Frey no gritaba. Nadie defendió a los suyos. El miedo había suplantado a la lealtad.
Pero el final fue distinto.
Arya Stark, oculta entre la formación, había pedido hablar con Harbent antes de la ejecución.
Mostró el medallón que Marcus Draven le había confiado antes de morir. Había llevado las insignias hasta aquí. Lo había visto morir. Había visto a su hermano morir. A su madre…
Harbent, observándola con respeto, le concedió el último nombre.
—Black Walder Frey.
Arya subió al bloque sin pronunciar palabra. Llevaba una daga de acero del Alba, entregada por los legionarios como símbolo de la deuda pagada. No temblaba. No lloraba. No dudaba.
Black Walder la escupió antes de arrodillarse. Ella no reaccionó.
—¿Últimas palabras? —susurró.
—Eres solo una niña.
Arya sonrió.
—Y tú solo carne.Lo decapitó con un solo corte limpio, y la sangre salpicó el emblema del oso detrás de ella. Silencio. Después, un rugido. No de furia. De afirmación.
Ese día, el mundo entendió que la guerra no había terminado. Había comenzado de nuevo.
Y esta vez, no sería entre casas nobles. Sería entre los que traicionan… y los que recuerdan.

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Julio Mormont: El Hijo Silencioso del Norte
General FictionEn una tierra donde la fuerza lo es todo, nació un ni?o más frágil que sus pares, pero con un destino más grande que todos ellos. Julio Mormont, primogénito de Jorah Mormont y de su primera esposa, una dama de la Casa Glover, entregada en matrimonio...
? Capítulo XCIV: Fuego Entre Cuatro Reyes VIII ?
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