Blood (J.J.K. - L.M. +18)

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Lili abre los labios perezosamente mientras se deja alimentar por JungKook. Cierra los ojos, dejándose conquistar por el suculento sabor de la fresa que él le está ofreciendo.

—Mmm, deliciosa —susurra, reabriendo los ojos y estrellándose con aquellos dorados del chico. Se ruboriza, mordiéndose el labio inferior. Él está de nuevo excitado, no necesita bajar la mirada sobre su masculinidad para saberlo. Sinceramente, no sabe cómo todavía sigue con vida. Nunca ha experimentado el amor carnal, pero está segura de que nunca más podrá probar algo semejante. Esto supera la más desenfrenada de sus fantasías.

Cinco días han pasado desde que él la despertó en aquella cabaña, desde que, entre llantos, la hizo suya una vez más, y luego la anudó en el bosque. Nunca parecía cansarse de ella. Tenía una resistencia desmedida. La había dejado descansar unas cuantas horas, dándole de comer como en este caso. Habían experimentado todas las posiciones del Kamasutra, de eso está segura, aunque nunca las vio —piensa, soltando una risilla avergonzada—.

Entonces, con un ronco gemido, él la toma por la cintura y la acomoda a horcajadas sobre su regazo. Lame sus labios, saboreando los restos de su dulce comida.

—¿Por qué ríes, mi pequeña bruja? —indaga.

—Estaba pensando... —dice mientras dibuja cada uno de sus lunares, haciéndolo sonreír— que no creo que queden aún posiciones que no conozco.

El chico le muerde el dedo cuando llega cerca de su boca, haciéndola reír.

—Puedo asegurarte que todavía hay un montón, y te prometo que las descubrirás todas —murmura, lujurioso, haciéndola sonrojar. Ruborizada, esconde la cara en el hueco de su cuello.

—¡Para, Jeon! Eres un sexoadicto —dice. Está segura de tener el cuerpo lleno de moretones; no hay un solo músculo que no le duela... ¿Cómo puede ella, un simple ser humano, haber sobrevivido a una semana tan agotadora?

Después de aquel episodio, él no se había entristecido más. La había tratado con tanta ternura que, en su corazón, se había formado un pensamiento loco, incluso para ella... Allí, perdidos en el bosque, habían sido dos chicos enamorados el uno del otro. No más enemigos... Eso es lo que siente. Ya no puede mentirse más. Cada vez que la hacía suya, no solo poseía su cuerpo, le robaba un pedacito de alma también. Sus ojos dulces y dominantes a la vez habían reclamado todo de ella. Le ha dado su pureza, su alma, su corazón... Ha traicionado todo aquello por lo cual había venido hasta ahí. Ha traicionado el recuerdo de sus seres más queridos por él...

Siente su mano acariciarle el pelo sobre la nuca.

—No estés triste, chiquilla —no puede esconderle nada. Cuanto más hacen el amor, más la anuda y más entra en simbiosis con sus emociones. Respira su aroma a sándalo —ahora lo percibe claro—, le revuelve la sangre en las venas mientras el usual hormigueo se adueña de su intimidad, haciéndola mojar.

El burbujeo del arroyo le hace levantar de nuevo la cabeza. Fue en ese lugar donde se encontraron por primera vez. Él sonríe como si le hubiera leído el pensamiento.

—¡Humana engreída! —le dice, mordiéndole la barbilla. Las yemas de sus dedos resbalan a acariciarle la columna hasta posarse sobre su trasero. Las manos lo aprietan, posesivas, empujándolo hacia adelante, contra su pubis.

—¡Alfa bipolar! —contesta, desafiándolo con la mirada. Sabe que esta es la última noche que están juntos. Hasta ahora, él no la ha marcado, como si todavía mantuviera un pequeño vislumbre de lucidez. Pero ella no está dispuesta a ceder.

Cuando baja a besarle el cuello, ella echa la cabeza hacia atrás y encuentra el cielo estrellado. Mira la luna de plata con complicidad y, luego, ondeando sobre él, agarra su cogote y levanta su cara, capturando su boca en un beso predominante. Ella no es una omega sumisa, no es una cambiaformas, solamente es una mujer que tomará lo que es suyo, a pesar de cualquier regla de la naturaleza.