El dormitorio de los chicos estaba iluminado tenuemente por la luz de las lámparas flotantes. Había un ambiente relajado, incluso íntimo, mientras los cinco jóvenes compartían un momento de tranquilidad. El chico de los sándwiches estaba sentado en su cama, con un trozo de pan en la mano, sonriendo mientras observaba al resto.
—Bueno, ya que estamos aquí, ¿por qué no nos decimos nuestros nombres? —propuso, con un tono ligero—. Tal vez sea más fácil trabajar juntos si no somos "el chico de los sándwiches" o "el rubio guapo".
El castaño arqueó una ceja.
—¿Te estás autodenominando guapo? Qué modesto..
—Sólo digo lo que todos piensan.
El pelinegro de cabello largo, que hasta entonces había permanecido en silencio, decidió tomar la iniciativa. Se enderezó en su cama y cruzó las piernas, como si estuviera preparándose para un discurso importante.
—Mi nombre es Severus Snape —dijo, su voz baja pero firme. Hubo un instante de silencio mientras los otros procesaban la revelación.
—¿Snape? —preguntó el chico castaño, sorprendido—. Pero tú... eras diferente en Hogwarts --Severus miró hacia abajo, como si considerara sus palabras cuidadosamente antes de responder.
—Hogwarts fue un lugar complicado para mí. Mucho de lo que era allí no refleja quién soy ahora. he estado yendo al psicologo luego del asesinato de mi madre... por eso estoy aqui, no quería quedarme en ese lugar.
El rubio lo observó con curiosidad, notando la sinceridad en su voz.
—Supongo que todos cambiamos. Aquí, al menos, no somos los mismos que allá --El castaño asintió y, después de unos segundos, habló con cierta timidez.
—Mi turno. Soy Remus Lupin --Los ojos de Severus se abrieron ligeramente al escuchar el nombre, pero no dijo nada de inmediato. Los demás también se sorprendieron, aunque por razones diferentes.
—¿Lupin? —dijo Severus finalmente, en un tono más neutral de lo que los demás esperaban—. Nunca pensé que... bueno, que estaríamos aquí juntos --Remus lo miró directamente, sus ojos llenos de una mezcla de curiosidad y vulnerabilidad.
—Yo tampoco. Pero quizás sea hora de dejar Hogwarts atrás. Lo que pasó allí... no define lo que somos ahora.
Severus asintió lentamente, una chispa de respeto en su mirada. El chico platinado, que había estado observando la interacción con una leve sonrisa, dio un paso al frente.
—Bueno, supongo que ahora me toca a mí.
Abrió la boca para hablar, pero en ese preciso momento, un grito desgarrador rompió el silencio. Provenía del dormitorio de las mujeres, y fue seguido rápidamente por más gritos provenientes de diferentes partes del edificio. Todos se levantaron de golpe, sus nombres olvidados momentáneamente mientras intentaban procesar lo que estaba ocurriendo.
—¡Eso vino del lado de las chicas! —exclamó Remus, ya corriendo hacia la puerta.
Severus fue tras él, seguido de cerca por el chico de los sándwiches y el rubio. El platinado permaneció un segundo más en su lugar, su rostro mostrando una mezcla de preocupación y frustración, antes de seguir a los demás que quedaron atrapados adentro cuando las puertas se cerraron.
—Sea lo que sea, no pinta bien —murmuró Severus. El rubio apretó los dientes, su mente volviendo inmediatamente a una sola persona: Narcissa.
—Espero que no sea lo que creo que es —dijo, su voz tensa mientras intentaba empujar la puerta. Los gritos continuaron, ahora resonando desde varios puntos del edificio, como si el lugar entero estuviera sumido en el caos.
El aire cambió súbitamente. Una fuerte ráfaga de magia llenó el ambiente, obligándolos a detenerse en seco. Frente a cada uno apareció un brillante reloj flotante con grandes números rojos, que marcaba exactamente cinco minutos. Los dígitos comenzaron a descontar inmediatamente, y una voz resonó en sus cabezas, fría y autoritaria:
"Resuelve el acertijo que tienes frente a ti. Si logras encontrar la solución antes de que el tiempo se acabe, recibirás tu parte de la llave. Si fallas, serás eliminado del recinto principal y enviado a la casa de los expulsados. Tendrás una segunda oportunidad al final del juego, pero por ahora, quedas fuera de la carrera. El tiempo corre."
Cada uno de los jóvenes vio aparecer frente a ellos un acertijo escrito con letras doradas en el aire, cada uno personalizado y relacionado con su historia o personalidad.
Severus: "Es frágil y, cuando se rompe, lo que refleja cambia. Sin embargo, algunos creen que su verdadero valor está en lo que revela. ¿Qué soy?" Frunció el ceño. Su mente inmediatamente pensó en espejos, pero algo le decía que debía pensar más allá de lo literal.
Remus:"Soy una parte de ti que siempre cambia. A menudo me temen, pero también me abrazan. Sin mí, no eres completo. ¿Qué soy?" Remus respiró profundamente. Podía sentir el sudor en su frente mientras la respuesta estaba en la punta de su lengua.
El Rubio: "Vivo en el pasado, a veces en el presente, pero jamás en el futuro. Mi existencia depende de lo que sientes por mí. ¿Qué soy?" Apretó los dientes, murmurando la pregunta para sí mismo mientras intentaba mantener la calma.
El Chico de los Sándwiches: "Puedo construir puentes, pero también muros. Soy invisible, pero puedes sentirme y escucharme. Sin mí, no habría conexión. ¿Qué soy?" El chico de los sándwiches ladeó la cabeza, rascándose la barbilla.
El Platinado (Regulus):"Puedo dividir, pero también unir. A menudo me encuentro en el borde de lo que está por venir, y sin mí, nada sería completo. ¿Qué soy?" Regulus respiró profundamente, intentando despejar su mente y concentrarse.
El Reloj Avanza
Los números continuaban descendiendo, y la presión comenzaba a pesar sobre ellos. Cada segundo se sentía como una eternidad mientras luchaban por descifrar los acertijos. Finalmente, uno a uno comenzaron a murmurar sus respuestas.
Severus: —Un secreto --Las letras doradas brillaron intensamente, y un fragmento de una llave apareció en el aire frente a él, girando lentamente antes de caer en su mano.
Remus: —Mi sombra --La respuesta fue correcta, y otro fragmento de la llave apareció frente a él.
El Rubio: —Un recuerdo --El tercer fragmento apareció, y el rubio suspiró aliviado.
El Chico de los Sándwiches: —El lenguaje --Su respuesta también fue aceptada, y el cuarto fragmento cayó en su mano.
Regulus: —Una frontera --Por un momento, pareció que su respuesta sería rechazada, pero finalmente, el quinto fragmento apareció. Los cinco se reunieron rápidamente, ensamblando los fragmentos en una llave completa que brillaba con un resplandor plateado. No había tiempo para celebrar; los gritos aún resonaban en el aire, y sabían que la llave era su única forma de llegar al lugar donde las mujeres estaban.
Severus tomó la llave y miró al grupo.
—No podemos fallar ahora. Vamos.
Los cinco corrieron hacia la puerta que los separaba de las chicas, listos para enfrentarse al próximo desafío.