Tau permanecía de pie en la sala principal del cuartel de Sadie. La atmósfera era sofocante, cargada de humo de cigarro y el aroma a pólvora que parecía impregnarse en las paredes. Los hombres de la Reina Carmesí observaban en silencio, sus miradas como cuchillas clavadas en su espalda. Pero nada de eso importaba. La tensión que pesaba sobre Tau no venía de ellos, sino de la única persona que realmente importaba en esa sala.
Sadie.
Sentada en su trono improvisado, con las piernas cruzadas y un vaso de whisky en la mano, Sadie irradiaba un control absoluto, como si todo el mundo girara a su alrededor.
Sus ojos oscuros recorrían a Tau de arriba a abajo, evaluando cada detalle con una mezcla de triunfo y peligro.
Había algo perversamente seductor en su mirada, una promesa de poder y destrucción que se entrelazaban en una danza macabra.
─── ¿Por qué sigues aquí? ─── preguntó Sadie con una voz suave, pero cargada de autoridad ─── Te dije que tienes total libertad de irte de aquí.
Tau mantuvo la mirada fija en ella, negándose a desviar los ojos. No iba a flaquear, no esta vez. Pero su corazón palpitaba con fuerza bajo la superficie.
─── Porque no tengo otro lugar al que ir.
Las palabras flotaron en el aire como una sentencia. Era la verdad desnuda. Sadie había quemado todo lo que Tau tenía, desde su familia hasta su esperanza. Solo quedaba ella... y la mujer que había causado su caída.
Sadie se levantó lentamente, dejando el vaso a un lado con una calma ensayada. Caminó hacia Tau, sus pasos resonando como golpes de tambor en un juicio. Cada paso era una amenaza velada, un recordatorio de que Sadie era dueña de la situación.
─── ¿De verdad crees que esto es tan simple? ─── murmuró Sadie mientras se acercaba lo suficiente como para que Tau pudiera sentir su aliento en la piel ─── ¿Que solo vienes, te rindes y yo te dejo vivir?
Tau tragó saliva, pero no apartó la mirada.
─── No vine para vivir.
Sadie arqueó una ceja, sorprendida por la brutal sinceridad. La tensión entre ambas se volvió casi tangible, un campo de batalla invisible donde las emociones chocaban con la misma intensidad que las balas.
── ¿Entonces para qué viniste? ─── preguntó Sadie, su tono peligroso y seductor al mismo tiempo.
Tau sintió cómo el peso de la derrota la aplastaba aún más. Pero dentro de ese abismo oscuro, había algo más, algo que se negaba a morir.
Un vínculo retorcido e innegable entre ellas. No era amor, no en el sentido convencional.
Era un fuego tóxico que ardía entre el odio y la obsesión.
─── Vine a ver qué queda de mí cuando no queda nada.
Sadie sonrió lentamente, pero en esa sonrisa no había compasión, solo una satisfacción cruel.
─── Lo que queda es mío.
De repente, Sadie extendió la mano y sujetó a Tau por la barbilla, obligándola a inclinar la cabeza hacia atrás.
El toque no era suave ni amable; era una afirmación de dominio. Pero Tau no se apartó. Sabía que no había escapatoria.
─── Te destruiré, Tau. ─── prometió Sadie en un susurro ─── Pero también te haré parte de mi infierno.
La declaración dejó un eco en el aire, una promesa de que no había salvación para ninguna de las dos.
Tau no respondió. No podía. Ya estaba atrapada, encadenada por algo que iba más allá de la razón.
Y mientras Sadie la soltaba y volvía a su trono, Tau supo que, aunque el fuego había consumido todo a su alrededor, el verdadero infierno apenas estaba comenzando.

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FanfictionA sus veinte a?os, Sadie Jackson era conocida como "La Reina Carmesí", un título ganado con astucia, sangre y una voluntad inquebrantable. Su reinado en el mundo de la mafia era absoluto, pero con él llegaban enemigos que buscaban despojarla de su p...