抖阴社区

CAP?TULO 27

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Sofia ferrara

El silencio después del sexo tiene un sabor extraño. No es calma. No con él. Con Alessandro, todo es más agudo… más real. Lo siento respirar debajo de mí, su pecho subiendo y bajando lento, como si aún procesara lo que acabamos de hacer. Yo solo escucho.

Escucho mi propio pulso.

Y entonces pienso en Zoe.

Maldita Zoe.

La vi besarlo aquella noche en el club. En mi club. Ella sabía quién soy. Lo hizo igual. La llevé a mi oficina sin decirle una palabra de más. Cerré la puerta. Le pedí —aunque ya no con mucha paciencia— que se alejara de Alessandro.

Se negó. Me desafió.

Y lo pagó caro.

La tiré al suelo. La inmovilicé con todo lo que tenía acumulado. La estaba matando. Literalmente. Sus uñas arañaban el piso, su garganta no podía emitir más que un chillido ahogado. Si Alessandro no hubiera entrado en ese momento… Zoe ya no estaría viva.

Me quitó de encima de ella. Me miró como si no supiera si debía tocarme o no.

Pero lo hizo.

Me tocó.

Y yo lo dejé.

Solo porque era él.

—Estás muy callada —murmura ahora, acariciando mi cintura, como si buscara que vuelva al presente.

—Estoy pensando —respondo, sin moverme—. En lo que viene ahora.

Lo siento tensarse, pero no dice nada. Sabe exactamente a qué me refiero.

—Christa no sospecha nada, ¿no?

—No. Y prefiero que siga así.

—Zoe tampoco sabe que la mandaste a investigar…

Él sonríe apenas.

—No. Y no lo va a saber.

Mis dedos rozan su mandíbula. Me inclino hacia él y le dejo un beso lento, suave. Pero no es ternura. Es pertenencia.

—La próxima vez que otra mujer te bese… —le susurro con voz envenenada— no va a quedar viva.

Me muevo para salir del auto. Abro la puerta. Pero él me toma de la muñeca. Su mirada es firme. Caliente. Me atrae de nuevo hacia él con fuerza, como si no estuviera listo para dejarme ir.

—Sofía —me dice con voz ronca—. Yo no la besé.

Lo miro, seria. Quiero creerle. Me duele no hacerlo.

—Pero no te alejaste —le lanzo, bajito.

—Porque no lo vi venir. Porque no me importaba. Porque la única que me importa… —me mira fijo— está acá, encima mio.

Mi pecho se contrae. Esas palabras me atraviesan más que cualquier bala.

Me quedo quieta, mirándolo. Lo beso otra vez, esta vez más profundo, más sincero. Es la primera vez que lo hacemos sin rabia, sin urgencia. Como si, por un segundo, estuviéramos solos en el mundo.

Me acomodo sobre él, apoyando la frente en su hombro.

—No te vayas con ella —le pido. No es una orden. Es una confesión.

—No me voy a ir con nadie —responde—. Si me voy, te llevo conmigo.

Y en ese instante, lo sé.

Estamos rotos.

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