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Fue la mano de la profesora McGonagall que impidió que Jesabella se acercara más de lo que debía al lugar, incluso si las lágrimas caían con fuerza por sus mejillas y sus sollozos intentaban ser silenciados la mujer no la dejó ir, al contrario, tuvo que abrazarla y dejar que el llanto sea ahogado por las prendas de ropa que llevaba, no había palabras que pudiera decir para que el dolor que ella sentía se esfumara.
La única persona que vio a Ella en sus mejores y peores momentos murió, su mejor amigo no estaba más ahí, su corazón estaba destrozado, ni siquiera sabía cómo era posible que todavía no hubiese caído al suelo, su cuerpo se estaba moviendo por pura inercia. Lord Voldemort asesinó a James y Lily, dolía, dolía como el infierno escuchar eso, pero por supuesto que Ella no estaba preparada para lo que seguía, la noche del 31 de octubre fue un inferno para ella.
— ¿Dónde está Harry? —preguntó entre lágrimas, McGonagall vio detrás de ella a la enorme figura de Hagrid cargando un pequeño bebé entre sus brazos. Ella se dio la vuelta y caminó lentamente hacia donde estaba el hombre, quien no dudo en extender al pequeño, era la primera vez que veía a Harry, así no era como debía conocerlo, no debía doler mirarlo.
El dedo de Ella acarició suavemente la mejilla regordeta de Harry, quien ante el tacto abrió los ojos, dejando ver unos tan similares a los de Lily, los ojos claros del pequeño la miraron con curiosidad, como si tratara de averiguar quién era la mujer que lo cargaba.
— ¿Qué fue lo que le pasó?
— La maldición rebotó. —respondió Minerva observando la delicadeza con la que Ella tocaba el rostro del bebé.
— No entiendo... Ellos, ellos estaban protegidos, ¿Cómo?
— Ella... —susurró Minerva con un tomo de voz que a ella no le gustaba— Sirius Black los delató, mato a Peter Pettigrew y...
— No, no, no, eso... Él...
— Él sabía que Peter los estaría cuidando, sabía todo, los traicionó.
— ¡No! —exclamó causando que el bebé entre sus brazos se sobresalte ante el tono usado— Es su amigo, no sería capaz de hacerlo eso, profesora, Sirius no podría traicionar a sus amigos.
— Ella. —la mirada de la mencionada se alzó ante la voz quebrada de Remus Lupin, verlo la hizo romper en llanto nuevamente.
— Remus, por favor dime qué no es verdad, él no...
— Lo siento, Ella. —susurró mientras recargaba su cabeza sobre la suya, dejando que sus lágrimas caigan sobre su cabello.
— ¿Qué pasará con Harry? —preguntó al darse cuenta de la situación en la que estaba, sus brazos se aferraron un poco más al niño como si con aquello fuera a protegerlo del mal que aún rondaba fuera, como si sus brazos fueran suficiente para salvarlo y alejarlo de todo aquel que fuera a poner una mano sobre él.
Ella estaba dispuesta a hacer eso, estaba dispuesta a proteger al niño entre sus brazos y todos en aquella pequeña sala se dieron cuenta de aquello, pero al ver salir a Albus Dumbledore de la habitación continúa le hizo saber que no podría hacer mucho, incluso si se negaba y la mirada del director parecía disculparse con ella.
— Lo llevaremos con sus tíos, los Dursley —dijo el hombre— Es lo más seguro.
— ¿Lo más seguro? Son unos muggles, no podrían protegerlo si...
— ¿Quién intentaría atacar un barrio muggle? —preguntó el hombre como si dejara ver lo obvio, Harry iba a estar oculto entre muggles, lejos del mundo mágico que conocía su identidad— Es lo más seguro, Jesabella.
— Profesor, puedo cuidarlo, ¡Soy su madrina! —exclamó, un suave agarre en su abrigo la hizo desviar la mirada del hombre para enfocarla en Harry, su pequeña y pálida mano sujetando la tela mientras sus todavía ojos curiosos la miraban, él pequeño dejó salir una suave sonrisa para luego ocultar su rostro en el pecho de la mujer, quedándose dormido con el calor que ella proporcionaba— Profesor, por favor.
— Se que eres capaz de protegerlo, pero todavía no es seguro, sigues en peligro, estás bajo el techo de uno de sus más fieles seguidores.
— ¿Cómo sabe que ese va a ser el lugar más seguro? Usted sabe el desprecio que la hermana de Lily tenía por nosotros, por ella, ¿Cree que va a recibir a su hijo de brazos abiertos?
— Confío en que ese es un buen lugar para él.
— Usted no sabe nada. —escupió, pero Dumbledore no se vio afectado por las palabras, las lágrimas volvieron a acumularse en sus ojos, su mano tomo la de Harry, aquel pequeño niño era todo lo que quedaba de James y Lily, arrullo al niño entre sus brazos intentando que el calor que emanaba el pequeño durara un poco más.
Un sollozo rompió el silencio que se formó, la frente de Ella tocó la de Harry con tanta suavidad, como si ella mismo temiera el hacerle daño, ¿Cuántas personas podían decir haber visto a Jesabella Barker romperse? Probablemente no muchas, jamás habría dejado que otro la viera así de frágil, pero ya no tenía sentido poner aquella fachada, ya no más, Remus Lupin la atrajo hacia él para que pudiera ocultar su estado, porque incluso si ya no importaba en el fondo si lo hacía.
Aquella noche las lágrimas no dejaron de caer, se sentía una completa estúpida, perdió a tres de sus amigos aquella noche, James, Lily y Peter, en su interior incluso sabía que también perdió a Remus, incluso si sus brazos seguían sujetándola, pero quizás lo más doloroso fue aceptar que todo esté tiempo Sirius Black no era la persona que conocía, porque internamente no podía aceptarlo y quería gritarle a todas las personas que Black no era capaz de vender a sus amigos, que él no sería capaz de hacerle eso a James, pero la otra parte, quizás la más racional decía que todo era cierto, porque él la había dejado, porque no le importó nada para decirle que todo fue una falsa.
¿Quién era el Sirius Black que ella conocía? El hombre de sonrisa bonita y ojos con aquel brillo travieso que le gustaba soltar comentarios estúpidos, el hombre que la hacía reír incluso con las acciones más simples, quien más de una vez estuvo dispuesto a arriesgar su pellejo por ella, quien la hacía enojar y perder la cordura o era el hombre que ocultaba todo ante los ojos curiosos, el que podía llegar a tener el corazón tan frío como para no importarle la vida de otros, el que hizo que sus mejores amigos murieran.
No, para Ella no tenía sentido. Ante el sonido del reloj resonar en la habitación sus ojos observaron una vez más a Harry, su pequeña nariz, sus mejillas regordetas y rosadas, los ojos del mismo color que los de Lily, quería recordarlo, guardar su imagen en su cabeza.
— ¿Hay algo que pueda hacer para cambiar su opinión Profesor? —preguntó observando de reojo a Dumbledore, quien lamentablemente negó con la cabeza, Ella lo entendía, de verdad lo hacía, sabía que ocultarlo entre muggles era lo más inteligente, lo sabía, pero eso no quitaba la presión en su pecho— Vas a estar bien, Harry, prometo que vamos a volver a vernos, pero hasta entonces tienes que mantenerte sano.
Con un suspiro se alejó de Remus y caminó hacia Hagrid quien aun torpemente tomó al niño en sus brazos, uno que se removió incómodo ante la perdida de una calidez con la que se había acostumbrado en tan poco tiempo.