??????????, Cobra Kai

El estadio rugía con cada combate. Las luces, los gritos, los flashes... todo era un caos organizado. Pero en medio de eso, Luca solo veía una cosa: Tory.

Ella estaba sentada sola, con los nudillos vendados, el rostro sudado, y la mirada clavada en el suelo. Acababa de ganar, pero no se sentía así. Su respiración aún era agitada, y su mandíbula tensa. Había presión. Más de la que cualquier otra peleadora ahí soportaba.

Él se acercó despacio, sin hablar. Se agachó frente a ella.

-¿Te puedo tocar? -preguntó suave.

Ella asintió.

Luca le tomó las manos con delicadeza, como si fueran cristal. Sus pulgares acariciaron la cinta de los vendajes. Notó las pequeñas heridas, el temblor oculto.

-Estás temblando -susurró.

-No lo noté -dijo ella, sin mirarlo.

Él sí la miraba. Como si con sus ojos pudiera calmarla, sostenerla.

-Tory... no estás sola. No lo has estado desde que llegué. Y no vine como espectador. Vine como tu apoyo. Como alguien que no le importa si ganas o pierdes, mientras sigas siendo tú.

Ella parpadeó, y los ojos se le humedecieron sin permiso. Nadie la hablaba así. Nadie la veía así.

-Estoy cansada -confesó.

-Lo sé -dijo Luca, y le acercó la frente a la suya-. Pero no tenés que demostrarle nada a nadie. Solo respira. Estás aquí porque te lo ganaste. No por ellos. No por Cobra Kai. Por ti.

Un silencio cómodo los envolvió. Solo estaban ellos. El ruido del torneo quedó lejos, como si no importara.

-Gracias por estar aquí -dijo ella bajo-. No pensé que me haría tanta falta... alguien que simplemente esté.

-Siempre voy a estar -le respondió, firme, sin vacilar-. Siempre que me necesites, me vas a encontrar justo aquí, tomándote la mano aunque tiemble.

Ella lo abrazó. No por debilidad. Por descanso.

Porque con él, podía bajar la guardia sin sentirse débil.

(...)

Tory salió del vestidor después de ducharse y cambiarse. El ruido del Sekai Taikai aún retumbaba en sus oídos, pero lo único que quería ahora mismo era silencio... y a Luca.

Él la esperaba apoyado en la pared, con una chaqueta negra en la mano por si a ella le daba frío. Cuando la vio, le dedicó una sonrisa breve, pero real. No necesitaba exagerar.

-¿Cómo te sentís? -preguntó.

Ella se encogió de hombros.

-Gané, pero... no sé. Me siento rara. Como si todavía no pudiera soltar la pelea.