Era hora, la incertidumbre lo llenaba de adrenalina. Quería descubrir las fragancias que le ofrecía el mundo. Los tonos y sabores indescifrables que escapaban de su imaginación. La biblioteca le iba a permitir descubrir todo eso y mucho más.
No había dormido en toda la noche y su mente comenzaba a divagar. Los miedos lo acechaban como los rayos del sol colándose por la ventana. Las dudas... ¿Y si se dejaba llevar como Agatha? ¿Si al probar la libertad se perdía en ella? ¿Si demoraba en encontrar un sucesor? ¿Y si perdía el rumbo? ¿Si se dejaba llevar embelesado por la magia? ¿Si se enamoraba de la promesa del fin del mundo de Ushuaia?, ¿Y si amanecía en Toscana y la arquitectura lo obligaba a escribir sobre la envidia que Roma le guardaba?
Podía perderse tan fácil.
Debía ser optimista. Si lo hacía, podría regresar con Will, su amor. Habría cumplido su parte dejando su grano de arena. «Fui injusta, no cumplí con mi palabra. Cuando se me dio esta oportunidad, esta responsabilidad, se convirtió en mi todo», recordó. La tentación estaba al alcance de la mano, era la misma biblioteca. La oportunidad que esta le ofrecía era tentadora, pero era una carga. Podrían ser años de soledad, de viajar sin reconocer un hogar. Noah alejó los dedos de las teclas. William bajó las escaleras a los saltos. Sus pies descalzos esquivaban los libros de los peldaños. Cuando sus ojos dieron con Noah, se tranquilizó. Su expresión le comunicó todo lo que necesitaba.
—Ahí estás —dijo recuperando el aliento. Caminó por la estancia acariciando los muebles. Tecleó sobre el cabezal de su sillón. Noah retomó las teclas—. ¿Extrañarás Fennie?
—De cierta forma. ¿«Bianca & Joe»? Sin duda. ¿La vista? Es probable. —Escribía al ritmo de sus palabras—. ¿Tú?
Will negó con la cabeza.
—Me despedí de este lugar cuando me subí al ferri, diez años atrás. —Will tomó lugar en la mesita—. ¿Me escribirás?
—Poco. —Antes de que pudiera decir algo, lo interrumpió—. Planeo volver rápido, no me gustaría hacerte esperar. Si es lo que deseas, claro.
Will rio lánguido, sus ojos brillaban vidriosos.
—¿Sabes hacer trenzas? —Noah asintió riendo—. Entonces sí.
Lo acompañó escaleras arriba para prepararse. Noah se limitó a observar. Percibía sus miedos, jamás había compartido este momento. Era un ritual, lento como un cambio de piel. Will se afeitó y maquilló con calma, creando un nuevo rostro frente al espejo. Afinaba su mandíbula, jugaba con las sombras y las luces, redondeaba sus párpados. Por el rabillo del ojo, vigilaba la cara de Noah. Pero él estaba perdido en la idea de compartir el momento. Lo maravillaba lo habilidoso que era. Lo ayudó a cambiarse conteniendo la tentación que crecía al tocar su piel. Para finalizar, se sentó con su cabello negro de siempre y Noah se ofreció a hacerle una trenza.
—«No te encariñes mucho, ni siquiera con las cosas que compres».
—¿Qué?
—Richard me lo advirtió, pero no hice caso. —Sus ojos iban y venían entre sus cosas—. Aprendí a amar el polvo en los estantes y a los libros, mis vestidos y juegos de té. Incluso al maldito Máximo, el muy cabrón. —Barrió una lágrima con su dedo.
—¿Todo se irá? —Will le contó que iba a pasar. La biblioteca se reiniciaba con cada dueño y sus cosas desaparecían sin más. Noah tomó nota, pero seguro se vería en la misma situación llegado su último día.
—Cuando le cuente se pondrá furioso. Más que cuando le dije que jamás había visto Colette. —Noah dejó de peinar su pelo para mirarlo confuso. Will carraspeó—. «¿Cómo que jamás viste Colette? Ven William, es hora de que aprendas algo para variar» —lo imitó.
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Detrás de mis palabras
Teen Fiction?Qué pasaría por tu cabeza si te invitaran a volver a creer en la magia? ?Y si la magia apareciera en forma de biblioteca y escapatoria delante de tus ojos? Noah Baker lleva a?os so?ando con dejar atrás Fennie, la isla que no solo lo vio nacer y cr...
