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Cap¨ªtulo 40 (El Escuadr¨®n de Ocho Llamas)

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Día 41, Periodo del Viento, año 1314.

Cuando alcanzó el pináculo y contempló el numeroso ejército que se aproximaba desde el oeste, su piel se erizó de inmediato.

—¿Qué demonios significa esto? —murmuró con rostro pálido.

Más de cinco mil soldados abanderados con estandartes de los Núndior se disponían a asaltar el fortín. Muchos montaban en tejones y ratas rabiosas, mientras que otros, en cambio, iban a pie. Además, los del fondo transportaban arietes blindados y catapultas ligeras.

—¡Que todo el mundo se reúna tras el portón! —ordenó el capitán.

—Pero, señor, los arqueros deberíamos guardar filas en posiciones altas para poder alcanzar al mayor número de enemigos posible —le recordó uno de los subordinados del torreón.

—No podemos ganar esta batalla —contestó sin perder la calma—. Pero podemos morir con orgullo.

Descendió los peldaños a toda velocidad y habló con varios de sus compañeros antes de dirigirse a Naile y sus sobrinos.

—Teníais razón, los ejércitos del rey de Félandan vienen a por el muchacho —les dijo con ojos brillantes—. No sé cómo han encontrado este asentamiento; no deberían ni siquiera conocer la existencia de nuestra organización.

—Tal vez fuésemos perseguidos por un grupo de espías cuando abandonamos Ugmalu —sugirió Earan.

—No deberías haber desconfiado de mí —le reprochó el viejo—. Este chico es el futuro salvador de la humanidad, estoy convencido. ¿Cuántos efectivos se acercan?

—Los suficientes como para entender que no tenemos posibilidades de vencer —respondió rotundo.

—¿Qué hay de Rockern?

El tío de Earan negó con la cabeza.

—El sol está a punto de esconderse, no hay demasiada luz para distinguirlos con claridad, pero creo que el rey no está entre los cabecillas que lideran la milicia —contestó con ceño fruncido.

Tío Honoris se acercó a mi cama y se frotó la cara.

—Tenemos que sacar a Éliar antes de que irrumpan en este lugar —dijo preocupado—. ¿Hay alguna manera de salir de aquí?

Kénfer asintió sonriente.

—He hablado con mis subalternos y ya he dado la orden —desveló—. Vamos a abriros un hueco a través del enemigo.

El anciano y la chica no entendían sus intenciones.

—Como habéis podido comprobar, el Escuadrón de Ocho Llamas y los weikkos estamos unidos bajo un vínculo de amistad muy fuerte —explicó, haciendo referencia a los lagartos de pelaje blanco—. De entre todos los saurios que componen nuestras monturas, existe uno muy particular, del que solo precisamos sus servicios en ocasiones excepcionales.

El pelirrojo me sacó de la cama y me puso sobre su espalda, al mismo tiempo que ordenaba a los presentes del cuartelillo que saliesen al exterior.

—Impresionante... —murmuró Tío Honoris al ver el gigantesco lagarto que esperaba junto a varios miembros del batallón.

El reptil era tan grande que poseía una estructura de madera sobre su lomo, a la que se accedía mediante unas escaleras.

—Os presento a Trueno, el weikko más grande y veloz del mundo. Podréis llegar a Anaiho en poco más de un día, os lo garantizo —anunció Kénfer sonriente—. Y este es su jinete, Yagimi, que os guiará hasta allí.

El Pendiente de Fuego I (?ncora)Donde viven las historias. Desc¨²brelo ahora