—No sé cómo lo hizo, pero ese demonio tomó posesión del cuerpo de Álklanor justo antes de que este lo derrotara —prosiguió con voz firme—. Ni los dioses ni los demonios deberían ser capaces de usurpar un cuerpo mortal. No entiendo cómo pudo lograrlo.
El usurpador comenzó a aplaudir lentamente.
—¡Felicidades, viejo! —exclamó con sarcasmo.
Dio tres últimas palmadas antes de sonreír con malicia.
—La repentina aparición del libro sagrado me devolvió la esperanza —confesó, dejando a todos atónitos—. Era mi oportunidad de recuperar la inmortalidad que me vi obligado a sacrificar.
El silencio que siguió fue denso, mientras esperábamos que continuara.
—Si lograba beberme la sangre del elegido anunciado en la profecía, podría recuperar mis gloriosos poderes —Su voz se tornaba cada vez más aterradora—. Sin embargo, aquel que todos creían que era el guerrero divino, nacido de las entrañas del primer dios, no era más que un hombre valiente... demasiado valiente, quizá, pero mortal, al fin y al cabo.
—Interesante... —murmuró Naile, con los ojos entrecerrados—. Al perder tu condición de inmortal, tu plan era beber la sangre del supuesto elegido para recuperar la vida eterna.
El usurpador comenzó a morderse las manos con desesperación, arrancándose la piel hasta dejarlas en carne viva.
—Probablemente, de no haber sido por su ayuda, Álklanor y sus ejércitos me habrían derrotado —confesó con rabia—. La alianza que ese cretino formó con los sònegans y las criaturas primigenias me dejó desconcertado.
—¿Su ayuda? —preguntó Tío Honoris con el ceño fruncido—. ¿A quién te refieres?
El cuerpo de Earan comenzó a moverse de forma antinatural. Sus hombros se dislocaron con un crujido seco mientras ella negaba repetidas veces con la cabeza.
—Eso es un secreto que no puedo revelarte —respondió con voz espectral, antes de encajar sus huesos luxados con un movimiento brusco—. Solo diré que aparecieron en mi bastión pocos días antes del ataque de la alianza formada en el Pacto del Concilio. Gracias a ellos, pude ver el desenlace de...
El demonio hizo una pausa, dándose cuenta de que estaba a punto de decir más de lo que pretendía.
—¡¿Ellos?! —grité, con voz cargada de frustración—. ¡¿De quiénes hablas?!
El usurpador soltó una carcajada, ignorando mis palabras.
—Pude ver que Álklanor no era el guerrero anunciado en la profecía —continuó, cambiando su tono como si intentara desviar el tema—. Así que tuve que ingeniar un plan para sobrevivir a la batalla.
—¡Responde a mi pregunta! —le exigí, incapaz de contener mi desesperación.
Pero el usurpador simplemente se limitó a reír, una risa llena de burla y arrogancia que repicaba como un eco infernal.
—Entiendo —asintió mi compañero con gesto sombrío—. Una vez supiste que él no era el elegido, la posibilidad de robarle su sangre para recuperar tu inmortalidad se desvaneció, y corrías el riesgo de ser asesinado por los ejércitos de Álklanor.
Mientras Naile hablaba, el usurpador hizo algo que me congeló el alma: se sacó el ojo izquierdo con la mano, lo sostuvo frente a sí y lo observó absorto, como si reflexionara mientras estudiaba aquella mirada arrancada.
—Así que te apoderaste de su cuerpo y fingiste tu propia muerte —prosiguió Naile—. Ahora entiendo por qué Álklanor erradicó las cuatro antiguas monarquías y prohibió la radniturgia. Querías asegurarte de que los humanos se rigieran bajo tus órdenes. Además, intentaste recuperar el Mitólor traicionando la promesa que Álklanor hizo a los cuatrobrazos.

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El Pendiente de Fuego I (?ncora)
FantasyEn los m¨¢rgenes del mundo, donde los apellidos pesan m¨¢s que las acciones, ?liarag lidera una banda de ladrones con un solo sue?o: romper las cadenas del destino y alcanzar la libertad. Nacido entre la esclavitud, el fr¨ªo y la miseria de un pueblo c...