Hace a?os que la mirada de Chaeyoung se volvió fría como el hielo por culpa de las pesadillas, los malos sue?os y los recuerdos espantosos que se cuelan en su mente y no le permiten apenas respirar.
Hace a?os que Mina echó a un lado lo que más amaba...
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La veo dudar. Es lógico. No lo he hecho aposta ni lo había planeado antes de que bajara las escaleras, pero inconscientemente le he pedido que se abra conmigo como yo lo he hecho con ella. Mina ha sido un apoyo muy grande estas últimas semanas y me ha ayudado más de lo que ella se imagina. Me gustaría poder serle tan útil y ofrecerle un hombro en el que descansar como yo he reposado en el suyo. Una forma de devolverle el favor.
Me quedo callada y la observo. Casi parece que esté dormida, con los ojos cerrados y la respiración pesada. Si no fuera por la tensión que recorre su mandíbula, sería totalmente factible. Espero una reacción por su parte, pero si sigue queriendo dejar este tema a un lado, lo respetaré y no insistiré. Sé lo que es querer tener un espacio que solo tú conoces y donde nadie puede inmiscuirse.
Al cabo de varios minutos, temo que esté tan sumida en sus recuerdos que no sea capaz de abrir los ojos y la angustia esté comiéndola por dentro.
Así que no me queda otra que alargar mi mano hasta la suya y estrecharla con suavidad para que sepa que sigo aquí, con ella.
―Minari… ―susurro sin más.
Antes de que tenga tiempo de volver a pronunciar su nombre, ella abre los ojos con lentitud y traga saliva. Sí, se había sumergido en lo que fuera que le afligía y le causó este miedo que no logro entender.
―Hace cuatro años, durante el primer curso de instituto, celebraron un concurso de talentos ―empieza a contarme con voz pausada y sin apartar los ojos de mí. No pienso flaquear, necesito que sepa que la escucharé hasta el final y trataré de entenderla lo mejor posible―. Aunque me hacía mucha ilusión presentarme y tocar alguna pieza, me daba vergüenza sentarme frente al piano delante de tanta gente y arriesgarme a hacerlo mal u olvidarme de alguna nota. Sin embargo, mi padre, que todavía vivía con nosotras y había sido mi profesor desde que era pequeña, me animó a ello y hasta me ayudó a prepararme la pieza que mejor me salía.
―¿Cuál era? ―me descubro interrumpiéndola, pero a ella no parece importarle.
―Canon en D mayor, de Johann Pachelbel.
―No lo he oído nunca.
―Es preciosa.
‹‹Como tú cuando hablas de música›› pienso, pero no lo digo. Por mucho que me gustaría hacerlo.
―Ensayábamos cada tarde cuando yo volvía del instituto y ambos lo disfrutábamos mucho. Es de los últimos recuerdos bonitos que tengo con él, antes de que se marchara. ―Sus ojos caramelo de oscurecen y decido que es el mejor momento para apretarle un poco la mano y darle fuerzas. Entonces, vuelve a tragar saliva para contener las lágrimas y continuar―. Él se fue por mi culpa, Chaeng, por lo que ocurrió en ese certamen. Mis padres discutieron como nunca; mi madre le echaba en cara haberme obligado a participar y él se defendía diciendo que yo misma estaba entusiasmada, lo cual era cierto. Y el único desencadenante de aquella explosión fui yo.