Hace a?os que la mirada de Chaeyoung se volvió fría como el hielo por culpa de las pesadillas, los malos sue?os y los recuerdos espantosos que se cuelan en su mente y no le permiten apenas respirar.
Hace a?os que Mina echó a un lado lo que más amaba...
―Es que ―empiezo bajando todavía más el tono de voz. No hay mucha gente en la clase ahora mismo, pero sigo temiendo que alguien se acuerde de lo que ocurrió aquel primer año de instituto― no esperaba sentirme tan cómoda tocando con… ―‹‹tigo›› quiero decir, pero me contengo― alguien que no era de mi familia. Ya te dije que hacía mucho tiempo que no me sentaba delante del piano y, al darme cuenta de que todavía se me da bien y que sigo teniendo ganas de hacerlo, no supe cómo reaccionar.
―Y eso te dio miedo, ¿no?
Asiento con la cabeza y la mirada clavada en mis zapatos.
El suspiro que suelta a continuación me hace sentir más pequeña todavía y, consecuentemente, que me encoja más aún. Incluso con el poco campo de visión que tengo ahora mismo, sé que coge su silla y la arrastra hasta tenerla frente a la mía. Se inclina sobre sus rodillas y mete la cabeza entre mis cabellos para verme la cara, consiguiendo hacerme sonreír.
―¿Qué es lo mejor que puedes hacer cuando algo te da miedo?
Su pregunta me coge por sorpresa y me deja sin palabras. Sé que hemos hablado de esto varias veces, pero sigo sin entender qué debería hacer. Lo que mi cuerpo me pide es esconderme y olvidarme de tocar más el piano, pero mi corazón me pide intentarlo de nuevo, tener una segunda oportunidad. Darme a mí misma una segunda oportunidad.
Chaeyoung vuelve a coger mi barbilla con suavidad y la alza un poco más. Mis ojos se encuentran con los suyos, que siempre tienden a brillar un poco más cuando se posan en mí, y me sonríe de medio lado.
―Levantar la cabeza y enfrentarte a ello… o huir y esconderte. Y creo que esta segunda opción no ha sido demasiado satisfactoria para ti durante estos años si ahora te planteas dar media vuelta y volver a encararlo.
Si antes ya no sabía qué decir ni cómo decirlo, ahora mismo mi mente se ha quedado totalmente vacía. La calidez de sus palabras, junto con la expresión llena de paz que me está dedicando, hace que se me acelere el corazón. No sé muy bien por qué, pero mis ojos se deslizan desde los suyos hasta su sonrisa, bonita y conciliadora, con unos hoyuelos que cada día me gustan más.
Me obligo a pestañear y mirar a cualquier punto que esté más allá de ella y que me ayude a volver a pensar con claridad. Me incorporo y alejo de la chica de los gorros casi con sobresalto y clavo la mirada en mi pupitre mientras siento mis hombros tensarse. No entiendo qué me ocurre cuando estamos tan cerca. Me siento tan bien, pero a la vez es como si no debiera pensar esas cosas.
‹‹¿Qué cosas?››.
―Mina. ―Su voz me devuelve a la realidad. Como siempre, ella es mi ancla.
Cuando no me vuelvo hacia ella porque no quiero que vea el rubor de mis mejillas y saque conclusiones precipitadas o se confunda casi tanto como lo estoy yo ahora mismo, la oigo suspirar con pesadez.
―Mira.
De reojo, veo que me está tendiendo un cuaderno que no le había visto antes en ninguna clase. Alterno la mirada entre ella y lo que tiene en las manos, sin llegar a comprender. Chaeyoung lo sacude un poco delante de mí y me incita a cogerlo. Entonces, lo hago, pero me lo pienso antes de realizar cualquier otro movimiento.
―Ábrelo ―me anima y, con manos temblorosas, separo la primera página.
Son versos sueltos, varios textos escritos de forma apresurada y con desdén a juzgar por la caligrafía torcida, frases sin título e incluso algún que otro dibujo. No llego a leer nada por completo, solo a ojear las páginas gastadas y unas cuantas hasta un poco dobladas y arrugadas. Son sentimientos tristes en su mayoría, pero también encuentro alguno esperanzador y confundido. No lo entiendo.
―Son míos ―susurra, asustándome. Estaba tan concentrada en leer lo que decían algunos de los poemas que no me he dado cuenta de toda la gente que había llegado ya a clase―. Los escribo cuando no sé qué hacer y necesito enfocar esas emociones tan intensas en algo. Creo que a ti te ocurre lo mismo con la música.
Además del día que estuvimos en la playa, es la primera vez que veo a Chaeyoung realmente abierta conmigo y parece incluso… avergonzada.
―No quiero que renuncies a lo que te hace sentir bien y, si eso es la música, tocar el piano y divertirte sintiendo las teclas bajo tus dedos, quiero animarte a ello. ―Vaya, no tenía ni idea de que ella también pudiera sonrojarse―. Tampoco pretendo coaccionarte a hacer algo para lo que no estás preparada, pero es que creo que sí lo estás. Quiero… darte el mismo valor que me das tú a mí y que dejes atrás tus miedos. Conmigo.
Por norma general, soy bastante callada y tímida. No hablo mucho y a veces eso puede hacer parecer que nada me afecta, pero en realidad es al contrario. Si ahora no digo nada es porque no encuentro palabras para expresar lo feliz que soy por que Chaeyoung haya querido mostrarme esta parte de ella y compartirla conmigo y porque no sé cómo agradecérselo.
―Me gustaría que compusiéramos una canción ―dice de forma atropellada y con las mejillas tan encendidas que me entran ganas de abrazarla―. Para el recital. Con tu música y mis letras.
Las palabras se agolpan en mi mente con violencia y sin ningún sentido y se me seca la boca. Después de un rato en que ella me mira con expectación, cuando empiezo a balbucear una respuesta totalmente ininteligible, entra el profesor por la puerta y pide a todo el mundo que se siente en sus sitios.
―Piénsatelo.
No nos da tiempo a decir nada más antes de que el profesor nos mande callar y comience a dar la clase. Aunque yo, a decir verdad, ya no soy capaz de pensar en nada más que en la propuesta de Son Chaeyoung.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Apoyen esto p, Sweet y Unstoppable tuvo una linda aceptación, hagan lo mismo aquí.