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El sol apenas se asomaba cuando uno a uno comenzaron a despertar, acurrucados en la sala bajo un revoltijo de cobijas. Bostezos perezosos y algunas risas llenaron el ambiente mientras se desperezaban.
Minho fue el primero en moverse, revisando de inmediato que su Omega siguiera bien. Jisung, adormilado, se aferraba a él como un koala.

—Buenos días, Sungie —susurró Minho, acariciándole la mejilla.

—Mmh... —respondió el pequeño Omega, escondiendo su rostro en el cuello de su Alfa.

Entre todos, se animaron a levantarse, sabiendo que tenían colegio. Félix, Jeongin, Seungmin, Hyunjin, Changbin y Bangchan bostezaban mientras recogían las cobijas.

En la cocina, Bangchan tomó la iniciativa:

—Hoy vamos a comer verduras. ¡Nada de dulces ni papitas! —anunció con voz firme.

Hubo un concierto de gemidos de protesta, pero al final todos ayudaron a preparar una bandeja llena de zanahorias cocidas, brócoli, calabazas y otras verduras saludables.

Ya en el comedor, cada uno tomó su asiento, menos Jisung, que como siempre trepó sin pensarlo al regazo de su Alfa. Minho lo acomodó con una sonrisa, rodeándolo con sus brazos protectores.

Sin embargo, en cuanto los platos de verduras se pusieron sobre la mesa, todos notaron algo extraño: Jisung no se abalanzó sobre la comida como siempre hacía.
En vez de eso, arrugó la nariz con una expresión de asco que hizo que todos se miraran entre sí.

—¿Qué pasa, Sungie? —preguntó Hyunjin, extrañado.

El pequeño Omega bajó la mirada, moviendo las piernas nerviosamente en el regazo de Minho.

Minho suspiró, comprendiendo. Tomó un pequeño brócoli con el tenedor y, con toda la ternura del mundo, lo acercó a los labios del Omega.

—Vamos, mi vida... solo uno, ¿sí? —le pidió en voz baja.

Jisung dudó. Miró a Minho, luego al grupo que le sonreía con ánimos, y finalmente a la verdura con terror.

—Ánimo, Sungie —dijo Changbin, divertido—. ¡Eres más valiente que eso!

El Omega, indeciso, tapó su nariz con una mano como si fuera a lanzarse al vacío, y abrió la boca muy poquito. Minho aprovechó y le metió el brócoli en la boquita.

Jisung apenas cerró la boca, masticó una vez… y su carita se arrugó de inmediato en una mueca de puro asco. Con desesperación, agarró una servilleta, se la llevó a la boca y escupió la verdura allí, temblando.

Gimió, y acto seguido, sus ojitos se llenaron de lágrimas gruesas.

Un sollozo escapó de sus labios antes de que pudiera contenerse, y empezó a llorar bajito, frotándose los ojos con las manitas.

—¡Oh, no, Sungie! —exclamó Minho, dejando rápido el plato a un lado y abrazándolo fuerte contra su pecho.

—Está bien, bebé, no tienes que comerlo —susurró mientras acariciaba su espalda.

El grupo miraba la escena con ternura. Félix se acercó a acariciarle el cabello con suavidad, y Jeongin le ofreció un vasito de agua.

—Tranquilo, Sungie —dijo Seungmin, sonriendo con dulzura—. ¡No más verduras para ti!

Bangchan soltó una risa suave para aligerar el ambiente.

—Creo que la lección es que no todos estamos hechos para ser fans de las verduras —bromeó, haciendo que el grupo riera un poco.

Jisung, aún con algunas lágrimas resbalando por sus mejillas, se acurrucó más en Minho, buscando consuelo. El Alfa no dejó de acariciarlo ni un segundo, meciéndolo suavemente en su regazo.