En lo profundo del cuartel del Credo, oculto entre los cimientos olvidados de Zaun, el aire olía a metal frío y velas derretidas. Estanterías con pergaminos antiguos, armas únicas colgadas con cuidado, y una gran mesa central donde yacían planos de operaciones y mapas de toda la ciudad.
Shay estaba de pie, firme, frente a Leonardo, quien hojeaba un libro con total concentración.
- Shay : Ya hice lo que me pediste -dijo Shay sin rodeos, sus palabras rompiendo el silencio solemne del recinto.
Leonardo, sentado en su silla de madera tallada, apenas desvió la mirada del texto.
- Leonardo : Me llegaron informes de peleas clandestinas en el norte de Zaun -dijo con tono más seco de lo usual-. Alguien está organizándolas... y empieza a ganar fama. No podemos permitirlo.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Shay sonrió con ese aire arrogante tan suyo.
- Shay : Entonces iré a entretenerme un rato antes de ponerles fin.
- Leonardo : Shay... -murmuró Leonardo, cerrando el libro con un leve golpe seco-. Estás en el Credo, no en un circo. Quiero que lo tomes en serio.
- Shay : Lo haré -respondió sin dejar de sonreír-. Pero sabés cómo soy. Primero me divierto. Luego los entierro.
Shay se dio media vuelta y salió por el pasillo con pasos tranquilos. En ese momento, un miembro encapuchado del Credo lo cruzó apresuradamente rumbo a Leonardo, evidentemente para informarle de algo urgente.
Y ahí lo sintió.
Apoyado contra la pared, entre las sombras como si siempre hubiese estado ahí, estaba Bayek. No decía nada. Solo observaba.
Shay frenó un instante. Se giró levemente y sus ojos se encontraron con los de Bayek. Silencio. Pasado. Intención.
Bayek seguía con los brazos cruzados, su rostro parcialmente oculto bajo la capucha. No emitía juicio, pero su mirada era clara: Te estoy observando.
Shay simplemente alzó una ceja, como si no le afectara, y siguió su camino sin una sola palabra más.
Bayek permaneció allí, inmóvil. Pero su atención no se despegaba de Shay.
( ... )
El norte de Zaun tenía un olor distinto... más sucio, más rancio. Shay caminaba entre pasillos oxidados, luces parpadeantes y voces que murmuraban sobre sangre, apuestas y gloria barata.
Llegó finalmente a una puerta metálica con un símbolo marcado a cuchillo: "Rompemadres". Dos tipos grandotes lo miraron con desconfianza, pero al ver la insignia del Credo en su cinturón, se hicieron a un lado sin decir palabra.
El lugar era subterráneo, cálido, y lleno de humo y gritos. El sonido de puños contra carne retumbaba como un tambor ritual. Una jaula de combate improvisada se alzaba en el centro, rodeada de apostadores frenéticos. El dinero y la desesperación volaban de mano en mano.