Interior - Torre del Consejo, Sala Privada - Tarde
La sala estaba silenciosa, elegante y sobria. Una brisa templada entraba por los ventanales altos, moviendo levemente las cortinas de lino blanco.
En el centro, un tablero de ajedrez de ónix y marfil brillaba bajo la luz. Mel Medarda, con la compostura de quien ha aprendido a dominar su entorno, hizo avanzar su alfil con precisión.
- Mel : Las demás regiones han comenzado a mostrar un creciente interés en nuestro sistema de seguridad. Piltover está siendo vigilada... pero es Zaun quien genera más preguntas.
Frente a ella, T/n, representante de seguridad de ambas naciones, observaba el tablero con la tranquilidad de quien está acostumbrado al juego político. Llevaba una chaqueta oscura, sin insignias. Su origen zaunita era un secreto a voces que nadie se atrevía a discutir en voz alta.
T/n sonriendo con sutileza mientras mueve su torre
- T/n : El credo de asesinos es una orden de libre albedrío, consejala.No cualquiera es consciente de eso... y mucho menos, capaz de vivir bajo sus principios.
Mel entrelazó los dedos sobre la mesa, estudiándolo. Había algo en su manera de hablar: sin miedo, sin reverencias. Como si él supiera que ya no dependía de nadie.
- Mel : Y sin embargo, aquí estás. Jugando a la política con nosotros.
- T/n : No juego. Observo. Piltover necesita orden. Zaun necesita justicia. (pausa, moviendo su reina) Y ambos necesitan a alguien que no pertenezca del todo a ninguno.
Mel sonrió con un dejo de ironía.
- Mel : ¿Y tú crees ser ese "alguien"?
- T/n : No creo. Lo soy. Porque mientras ustedes negocian tratados, yo evito masacres antes de que ocurran.
El sonido de su movimiento final retumbó en el tablero.
- T/n : Jaque.
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Mel bajó la vista. Su rey había quedado atrapado. No respondió de inmediato.
Mel se quedó en silencio por unos segundos, observando el tablero como si meditara no solo la jugada, sino también las palabras de T/n. Él se recostó levemente en su silla, su expresión serena, como si llevara siglos manejando equilibrios invisibles.
- T/n : Si todo permanece en paz... es gracias a mí. Y a la fundación del Credo. -alzó una ceja, con media sonrisa- Piltover y Zaun... antes eran dos extremos condenados a odiarse. Pero ahora... Ahora ambos mejoran cada vez más, tecnológicamente, socialmente. La gente puede vivir. Realmente vivir. Algo impensado hace apenas unos años.
Mel asintió con cierta lentitud, cruzando las piernas con elegancia. Sin embargo, en su mirada había una chispa de advertencia.
- Mel : Y sin embargo... estar en la mira de tantas regiones es peligroso. Lo sabes, ¿verdad?