?*?? ????? Donde hago que tus historias se
hagan realidad en un único capítulo.
O...
?*?? ????? Donde lees peque?as historias de
tu bias y cantante fa...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Namjoon estaba harto.
No del trabajo, no de los ensayos, no de las largas horas en el estudio. No de la presión constante ni de las expectativas sobre sus hombros.
Estaba harto de ella.
O, mejor dicho, de la forma en que siempre jugaban al mismo estúpido juego.
—Entonces, ¿qué somos, exactamente?— preguntó él, apoyándose contra la pared de su departamento, con los brazos cruzados.
Seyeon lo miró desde el otro lado de la sala, sentada en el sofá con una copa de vino en la mano, como si la pregunta no la afectara en lo más mínimo.
—Namjoon…— suspiró, dándole un trago al vino antes de posar la copa sobre la mesa —¿por qué siempre tenemos que ponerle nombre a todo?
Él apretó la mandíbula.
—Porque quiero un nombre para esto. Quiero saber qué significa para ti.
Seyeon inclinó la cabeza, con una sonrisa que él odiaba porque siempre la usaba cuando quería esquivar el tema.
—¿No podemos simplemente disfrutarlo?
Namjoon dejó salir una risa seca, sin humor.
—¿Disfrutarlo? Claro, porque para ti esto es solo diversión, ¿no?
—No he dicho eso.
—Pero lo das a entender.
Seyeon se quedó en silencio por un momento, observándolo con una expresión que Namjoon ya conocía demasiado bien.
Ese era el problema.
Él la conocía demasiado bien. Sabía exactamente cómo jugaba. Cómo lo atraía, lo alejaba, lo volvía a atraer solo para soltarlo otra vez.
Y él, como un idiota, siempre volvía.
—No quiero pelear contigo.— dijo ella finalmente.
—¿Y qué quieres entonces, Seyeon?— preguntó Namjoon, su voz más baja, más controlada.
Porque siempre terminaban en este punto.
Un juego de tira y afloja donde él siempre terminaba en el suelo.
Seyeon lo miró por unos segundos antes de ponerse de pie. Caminó lentamente hacia él, con esa seguridad que siempre lo volvía loco, como si supiera perfectamente que, no importaba cuánto él intentara resistirse, siempre cedería.
—Quiero estar contigo.— susurró, deteniéndose a centímetros de él.
