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Las milanesas de pollo estaban terminando de freirse todavía, Olivia descansaba sobre la mesada de la cocina, pensando en todo. Franco no había respondido a su pregunta, solamente le sonrió y se quedó en silencio. Él ahora estaba en el living, así que le daba a ella la oportunidad de pensar un poco antes de llevar los platos de comida.
El ramo de flores estaba en un florero, los lirios eran sus flores favoritas y el detalle fue una de las cosas más lindas que jamás habían hecho por ella.
Cuando la comida ya estaba lista, Olivia llevó todo al comedor, pero cuando pasó por el living que era donde Franco todavía estaba con el celular, le habló.
—Bocha de limón, a comer —avisó con un tono burlón.
—Voy, celosíta.
Justo cuando él entró al comedor, ella se plantó en frente suyo y se quedó mirándolo con el entrecejo fruncido.
—No soy celosa.
—Y yo no soy una bocha de limón. Si mal no recuerdo vos dijiste que yo era el amor de tu vida... —Franco acortaba más la distancia, aunque sus intenciones eran claras.
—¿Vos pensas que soy boluda? No me vas a poner nerviosa, Franco —Olivia dejaba que él se acerque más, se hacía la que no le importaba, pero por dentro se estaba muriendo de nervios.
—¿Puedo empezar comiendo el postre?
—¡Franco!
—¡Viste que te pusiste nerviosa!
—No me puse nerviosa.
Los dos no pudieron aguantar más y se largaron a reír por un rato, hasta que él fue el primero en parar y mirarla unos momentos en silencio, sin borrar la sonrisa de su cara.
—¿Cómo puede ser que seas tan hermosa? —la pregunta que le hizo dejó a Olivia con la piel erizada.