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El cartel de reservado ya estaba puesto, la casa ya estaba a un paso de ser suya. Los dos se miraron con los ojos cristalinos, sintiendo que sus corazones todavía no podían creer lo que estaban a punto de hacer.
No tenían dudas de que estaban completamente decididos, que estar juntos siempre era lo que querían, así que en su lugar había lugar para muchas cosas, menos para la duda.
—Me pone re feliz compartir esto con vos —dijo Franco, agarrándola de la cintura y pegándola más a él.
Olivia sonrió, miró hacia la casa y después dirigió su mirada al auto de Mastantuono.
—¿Sabés qué te va a poner más feliz? —preguntó mientras le daba un beso corto y se dirigía al auto para agarrar del asiento de acompañante la bolsa de galletitas.
—¿Por qué no me querés decir qué tiene? —Franco agarró la bolsa que ella le estaba dando y de a poco la fue abriendo.
—Porque quería que vos descubras qué es.
La colorada disimuladamente desbloqueó su teléfono y empezó a grabarlo a medida que él iba abriendo el envoltorio de las galletitas.
Cuando él terminó de abrir el envoltorio, se quedó boquiabierto. Sus manos agarraron suavemente la galletita y después puso su vista en Olivia. Franco dejó las galletitas sobre el techo del auto y se lanzó a abrazar a Olivia, rodeando sus caderas con sus brazos y empezando a girarla en el aire.
La colorada reía, todavía estaba grabando así que guardó el celular y le dió un beso, corto y suave.
—No pienso darte un beso así de suave —dijo Franco, emocionado y agarrando la cara de su novia, empezando a besarla con más pasión.
Los labios de los dos se movían rápidamente, Olivia llevaba su mano hasta la mejilla de Franco, dándole suaves caricias mientras él iba intensificando cada vez más y más el beso, hasta que la acorraló contra el auto.
