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El calor empezaba a sentirse cada vez con mucha más fuerza que antes, Diciembre y el verano en sí parecían prometer no ser piadosos con Argentina por cómo venía el clima los últimos días.
Olivia cada vez sentía que esa herida en su corazón estaba sanando, a un paso más lento del que le gustaría, pero lo iba haciendo. Era complicado explicar el por qué no lo podía sacar de su cabeza todavía, decir por qué él era como una espina en su corazón imposible de sacar, lo podía simplificar diciendo que era por amor, pero ella en el fondo sabía que lo que sentía por él era mucho más que eso.
Era difícil pasar de despertarse con él abrazado a ella en su casa a despertarse en la casa de sus papás, en donde había pasado años durmiendo y eso pareció no ser necesario porque se sentía una extraña al hacerlo.
Las clases ya habían terminado, su grupo del colegio estaba más callado que nunca, no tenía muchos mensajes nuevos que responder... No tenía nada para hacer.
Pero algo que se le ocurrió fue ir a visitar a Clara para ver cómo estaba con el embarazo, porque el tiempo parecía moverse más rápido que cualquier otra cosa, y en tan solo 3 meses ella ya iba a estar teniendo al bebé.
No tardó mucho en llegar a la casa de su hermano, ella estaba con una mirada más alegre que de costumbre, era la primera vez que dentro de muchos días se sentía tan bien porque como Facundo estaba entrenando, ella iba a tener una especie de tarde de chicas con Clara, donde iban a poder conversar de todo lo que se les venga a la cabeza sin tener que preocuparse por si su hermano las escuchaba.
La rubia abrió la puerta con una sonrisa y soltó unos gritos cortos de emoción al ver a la colorada parada ahí.
Aunque su emoción era más que nada por verla renovada, como si el nombre de Franco se hubiese esfumado de la cabeza de Olivia, sin saber que la realidad era una completamente distinta.