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No podía decir que no a esa invitación.
Y Facu, aunque le pedí que no lo haga, en un intento de pedirme disculpas que yo ya había aceptado, ese finde me sacó a pasear con Clara para que yo me pueda comprar un vestido.
Creo que voy a ser la mujer con más vestidos del planeta si sigo así.
Íbamos en el auto, charlando y escuchando música, como Clara prefirió ir atrás para estar más cómoda, yo fui de acompañante, ahí descubrí que ya me quedó la costumbre de prepararle mates al que maneja y de vez en cuando se me escapaba decirle Fran a Facu, cosa que a él le sacaba una sonrisa pero a mí me destrozaba porque me empecé a dar cuenta de que su nombre estaba siendo más difícil de sacar de lo que yo me esperaba, su presencia estaba ahí, acompañándome en cada cosa que hacía.
Cuando ya no nos quedaba más agua para el mate, traté de distraerme mirando por la ventanilla, pero el foco de mi atención se centró en un cartel que decía "Franco Inmobiliaria".
La vida me odia.
—Deberías cambiar el rojo —me dijo Facu, al darse cuenta de que yo etaba a nada de estallar.
—Ya sé, el rojo es para cenas ahora.
—¿Blanco? —me preguntó con una media sonrisa.
—Yo te iba a decir verde pero no sé si te gustará alguno verde de ahí —añadió Clara, acariciándose la panza.
¿Cómo es posible? Hasta ahí lo veía a él.
Me imaginaba a mí en su lugar, acariciándome la panza y pensando en nombres para ponerle a nuestro bebé, todo el futuro que habíamos planeado, las noches que nos imaginamos sosteniendo a nuestro hijo en nuestros brazos, acunandolo hasta que se duerma.
No.
Si sigo pensando así voy a volver a estar como hace unos días.
—En blanco no me va a ver nadie hasta que me case, y el verde es bueno... —dije, pensando mejor sus ideas—. Yo pensaba en negro, capaz es más elegante.